Angelo Merendino es un fotógrafo estadounidense, de evidente origen italiano, cuya vida dio un giro radical a raíz de casarse con Jen (Jennifer), la mujer de la que se enamoró perdidamente en una fiesta en Cleveland, ciudad en la que residían. Empezaron a salir y, tras mudarse ambos a Nueva York, ciudad donde Jen había sido trasladada en su trabajo, la pareja decidió casarse. Como marco de este evento eligieron Central Park. La historia de amor de estas dos personas parecía estar sacada de un cuento de hadas. La vida les sonreía. Todo era perfecto. Nada les salía mal. Nada, hasta que, pasados cinco meses desde la boda, a Jen le detectaron varios tumores malignos en el pecho. La noticia, lejos de amedrentarles, provocó que se unieran más aún. Decidieron afrontar el proceso, el duro e interminable proceso de tratamiento, los dos juntos, sin fisuras, apoyándose el uno al otro. Se dijeron que lo mejor que les podía haber pasado era tenerse el uno al otro y que gracias a ello lucharían porque Jen saliera de este maldito trance en que siempre se convierte un cáncer. Fue en ese momento cuando Angelo se propuso expresar lo que se siente cuando uno ha de enfrentarse a esta durísima enfermedad. Y quiso hacerlo de la manera que mejor él sabía: con fotografías. Siempre con la cámara a mano, preparada para disparar, retrató diferentes momentos de la enfermedad. Momentos complicados, de sufrimiento, pero también de alegría y esperanza. Desafortunadamente para ellos, la enfermedad, a pesar de los devastadores tratamientos médicos, avanzó inexorable en el cuerpo de Jen y acabó con su vida cuatro años más tarde.
“Mis fotografías muestran la vida cotidiana. Ellas humanizan el rostro de cáncer, en la cara de mi esposa. Muestran el reto, la dificultad, el miedo, la tristeza y la soledad que enfrentamos, que Jennifer se enfrentó, mientras luchaba con esta enfermedad. Pero lo más importante de todo, mostrar nuestro amor. Estas fotografías no nos definen, sino que somos nosotros.” Dice Angelo…
Sin duda una historia de amor verdadero. Cumpliendo tal y como ambos lo prometieron al casarse, queriéndose y amándose en la salud o en la enfermedad. Ahí estuvo Angelo, para acompañar a su querida esposa.
La primera vez que vi a Jennifer sabía. Yo sabía que ella era la elegida. Yo sabía, al igual que mi papá cuando contó a sus hermanas en el invierno de 1951 después de conocer a mi mamá por primera vez, “la encontré.”
Un mes más tarde Jen consiguió un trabajo en Manhattan y dejó Cleveland. Yo iría a la ciudad – a ver a mi hermano, pero realmente quería ver Jen. En cada visita mi corazón le gritaba a mi cerebro “, le digo!” Pero no podía reunir el valor para decirle a Jen que no podía vivir sin ella. Mi corazón finalmente se impuso y, como un chico de escuela, le dije a Jen “Estoy enamorado de ti.” Para el alivio de los latidos de mi corazón, los ojos hermosos de Jen se iluminaron y dijo: “¡Yo también!”
Seis meses más tarde, recogí mis pertenencias y viajé a Nueva York con un anillo de compromiso quemando un agujero en el bolsillo. Esa noche, en el restaurante italiano favorito, me puse de rodillas y le pedí a Jen que se casara conmigo. Menos de un año más tarde nos casamos en Central Park, rodeados de nuestros familiares y amigos. Más tarde esa noche, bailamos nuestro primer baile como marido y mujer, acompañado por mi padre y su acordeón – ”Estoy en el estado de ánimo para el amor … “
Cinco meses más tarde Jen fue diagnosticada con cáncer de mama. Recuerdo el momento exacto… La voz de Jen y la sensación de entumecimiento que me envolvía. Ese sentimiento nunca se ha ido. Nunca voy a olvidar cómo nos miramos a los ojos, el uno sostuvo las manos del otro. “Estamos juntos, vamos a estar bien.”
Con cada desafío que se acercaba. Las palabras se volvían menos importantes. Una noche Jen acababa de ser admitida en el hospital, el dolor estaba fuera de control. Ella me agarró del brazo, con los ojos llorosos: “Hay que mirarnos a los ojos, esa es la única manera que puedo manejar este dolor.” Nos amábamos con cada pedacito de nuestras almas.
Jen me enseñó a amar, a escuchar, a dar y creer en los demás y para mí. Nunca he sido tan feliz como lo fui durante este tiempo.
A lo largo de nuestra batalla, tuvimos la suerte de tener un fuerte grupo de apoyo, pero aún luchaba por conseguir que la gente entienda nuestro día a día la vida y las dificultades que enfrentamos. Jen tenía un dolor crónico de los efectos secundarios de casi 4 años de tratamiento y medicamentos. A los 39 años Jen comenzó a usar un caminador y estaba agotada de estar constantemente al tanto de todos los golpes y moretones. Estancias hospitalarias de más de 10 días no era raras. La frecuentes visitas al médico eran debido a batallas con las compañías de seguros. El miedo, la ansiedad y las preocupaciones eran constantes.
Ahora, después de esta vivencia, Angelo ha dedicado una parte muy importante de su vida a dar a conocer su caso, a proporcionar una esperanza que pueda ayudar a toda la gente en una situación similar. Sus fotos, las absolutamente desgarradoras fotografías de esta enfermedad, con sus altos y bajos, muestran de una manera absolutamente maravillosa lo que con amor y esperanza puede llegarse a alcanzar. El final es triste y desolador, pero el mensaje es de una belleza desbordante.
Ever after
TED
Jen Merendino
No hay comentarios:
Publicar un comentario