jueves, 1 de diciembre de 2011

Documental: CHEKPOINT ROCK. CANCIONES DESDE PALESTINA.

Es un motivo de orgullo comentar una producción propia de tanto calado, y que debería exhibirse por todas las pantallas del mundo para dar a conocer la vitalidad de la resistencia palestina frente a la cultura de la muerte que pretende imponer Israel en los territorios ocupados. La música se convierte en la metáfora ideal para recordar que un pueblo que canta no muere, porque mientras haya algo que transmitir el sentimiento de nación se mantendrá vivo en el corazón de cada refugiado. Checkpoint Rock es una lección de esperanza colectiva, de armonía interna frente a los ataques externos. Un magistral documental que aúna a la perfección la fuerza de la razón con la emoción contagiosa, provocando que el espectador no pueda permanecer impasible ante un espectáculo en el que la vida del artista peligra.

Seguramente Fermin Muguruza y Javier Corcuera podrían hacer un segundo documental siguiendo las trayectorias de los participantes en Checkpoint Rock y sus familias, mucho más aún de conseguir burlar la prohibición de filmar en Gaza. En el montaje acabado ya se alude a la suerte corrida por uno de los miembros del disperso cuarteto Ayman Pr y los suyos, con la muerte de su padre durante los últimos bombardeos. Pero como decía el poeta Mahmoud Darwish, alma mater e inspirador de la canción palestina, en su país todavía hay gente que muere de forma natural y no porque le quiten la vida de forma violenta. Es un lema regenerador recogido durante su entierro, con cuyas impresionantes imágenes se abre la película. Sus palabras fluyen desde ese momento por todo el metraje hasta culminar en el homenaje final, con un interpretación de Le Trio Joubran en la que estos virtuosos del «oud» parecen entrar en trance y llevarnos hasta el climax de la fusión total entre el texto y la música.

Checkpoint Rock impacta mucho más que el trabajo previo de Fatih Akin «Cruzando el puente: Los sonidos de Estambul», porque en Palestina la música árabe se desarrolla en un contexto de pura supervivencia, y a nada que se traslade allí un estudio móvil de grabación se registran actuaciones llenas de verdad en las que surgen a cada paso las voces de la calle. La película abunda en testimonios mágicos, unos hablados otros cantados, aunque cuando se rapea ya no hay diferencia entre una cosa y otra. El portavoz del grupo de hip hop Dam parafrasea a Public Enemy, que decían que el rap afroamericano era la CNN de la calle, añadiendo que el rap palestino es la Al Jazeera de la calle. Este mensaje que parece un grito de protesta tiene también su vertiente cotidiana, que se vuelve más intimista gracias a la música, y así, en pleno recital instrumental de Habib Al-Deek se aprecian los ecos de los niños que juegan fuera de campo, componiendo un tan bello como conmovedor apunte del natural.

No hay un solo minuto que sobre en Checkpoint Rock, donde cada intervención está más que justificada, y eso diferencia el proyecto de Fermin Muguruza y Javi Corcuera de los que habitualmente se exhiben en las salas de cine. Cómo no enamorarse del descaro y la gracia innata de la raperita Safaa Arapiyat. 

Cómo no sobrecogerse con el sentido estribillo entonado por Shadi Al-Assi cuando dice «volveremos a nuestra tierra, volveremos a Jerusalén». Ellos tienen la paz, se la han robado. Basta con ver las imágenes del puerto de Acre, casi salidas directamente de un cuento de Las Mil y Una Noches. ¿Quién puede destruir tanta belleza? ¿Quién puede callar la expresión de un pueblo tan profundamente libre?

[CHEKPOINT ROCK: Canciones de Palestina]