lunes, 15 de septiembre de 2014

HAROSHI: "LA BELLEZA DE LA DESOBEDIENCIA"

Hoy en día ya nadie sabe lo que es la belleza.

Belleza no es un fajo de billetes, no es un cuerpo perfecto, no es el brillo falso de estos tiempos.

Belleza no es una carrera magistral, ni una mente eficiente al servicio del capital.

Belleza no es consumo, tú eres consumido. Belleza no son posesiones, son tus acciones. Belleza no es tu inteligencia, ni tu competencia. Belleza es voluntad de morir por tus ideas.

Eso es belleza, una mente en claridad sufriendo por el hecho de estar viendo más allá, no venderse por la muerte del triunfo personal, estar dispuesto a todo ¡no te van a parar!

Belleza es la lucha por las ideas. ¿Y una mujer tirando una piedra? Mi reina. No os confundáis: pudimos ser como el resto de la gente. Belleza es una decisión absolutamente consciente.

Belleza no es una modelo perfecta. Belleza es una mujer con heridas de guerra. Belleza no es tu casa, ni tu coche, ni tu cuenta sino aquello a lo que puedes renunciar por tus ideas.

Belleza es una acción de alguien que no entienden los demás porque pertenece a una lógica de elevada claridad. Belleza no es una hipoteca, ni salir a drogarse ni porros, ni alcohol, ni un trabajo estable... ¡eso es ser un cobarde!

Belleza es revolución, disciplina estricta y la fuerza del ciclón. Belleza no es un sistema de vida perfecto. Te oxidas cada día, algún día estarás muerto. Belleza es cuando mueras, saber quien has sido no haber sido solo una pieza de este mecanismo. Belleza es desobediencia, porque tienes cierta visión. Belleza es el amor.

En el mundo de los mudos, de los ciegos, de los duelos por el ego, donde todos van a saco a por el sexo y los talegos identidades ya prefabricadas, espectadores en las gradas, gramos y caladas.

El mundo en el que nada sabe a nada donde el agua y la comida misma están ya envenenadas marcan el estilo fotocopias pero quedan aun personas que brillan con luz propia.

Por decir NO cuando decirlo está prohibido, por decir que SI cuando se lo marcan los latidos, por tener la valentía de enfrentarse, el interés, el tesón y las ganas de superarse, por currarse con esfuerzo su propio camino, por creer en sí mismo y no en el destino, bajándose de la cinta transportadora queriendo ser los dueños de sus mentes y sus horas.

Brillando fuerte en el reino de lo inerte porque hay un sentimiento y por ello van a muerte, cansados ya de ser pisados como alfombra, dejaron la cortesía y viven entre las sombras.

La vida es vida como cuando vida actúa y lo natural es enfrentarte con quien te hace la púa. No veo belleza en un tibio con modales, el brillo está con los rebeldes y anormales.

Los que tienen miedo pero no hacen caso hoy se juegan a cada paso el triunfo o el fracaso al rojo vivo van por una cuerda floja, intentan la pirueta aunque ninguna regla escojan.

Viviendo enamorados de gestos infrecuentes para unos delincuentes, para mi diferente. Lo digo con una sonrisa, porque ellos tienen sangre y los demás... solo tienen prisa.

A muerte en la vida, despierto en la ruina. Al filo suicida, profunda mi herida. Mirando a los ojos, jodiendo con miedos, amor y odio en nuestro trayecto.

A muerte en la vida, despierto en la ruina. Al filo suicida, profunda mi herida. Mirando a los ojos, jodiendo con miedos, amor y odio... a veces me pierdo.

lunes, 1 de septiembre de 2014

IQBAL MASIH

Iqbal Masih tenía cuatro años cuando su padre lo cedió a una fábrica de alfombras de Punjab a cambio de un préstamo para pagar la boda de Aslam, el hijo mayor. Era un hecho habitual: los hijos menores eran entregados a cambio de préstamos, para casar a los mayores. Para la madre de Iqbal, una campesina pobre, conseguir el dinero para la boda de Aslam era una obligación: reunir una suma apreciable para permitir que su hijo Aslam se pudiera construir una casa o adquirir tierras antes de casarse. En aquellas circunstancias, Iqbal y Patras, el otro hermano menor de Aslam, debían mostrase solidarios con su hermano mayor.

En estos casos, los patronos de las fábricas recuperaban el dinero prestado descontando una parte del salario mensual acordado con sus obreros esclavos, o con su familia en el caso de menores, lo que forzaba a los trabajadores a permanecer a su servicio hasta la restitución total de la deuda. Pero a los patronos les alegraba ver a los trabajadores o a las familias de los menores pedir nuevas cantidades antes de que el miserable salario hubiera redimido la deuda anterior, ya que de esta forma la deuda no se amortizaba nunca. Al contrario, crecía, y el patrón se podía seguir beneficiando de aquel trabajo en condiciones de esclavitud.

Fue en estas circunstancias que el 1987 Iqbal empezó a trabajar más de 12 horas diarias haciendo alfombras para devolver el préstamo familiar, pero a causa tanto de los leoninos intereses que había impuesto el amo sobre el préstamo, como de los nuevos préstamos solicitados por el padre, la deuda se iba haciendo cada vez mayor, hasta que llegó a las 13.000 rupias años más tarde, el 1992.

Entonces, al cabo de cinco años, Iqbal conoció a Ehsan Khan, un luchador contra el trabajo esclavo, creador del Bhatta Mazdoor Mahaz (Frente de los trabajadores de ladrillos). Las fábricas de ladrillos era otro de los focos de trabajo esclavo: doce horas al día, bajo un calor tórrido, familias enteras trabajaban elaborando ladrillos. Niños y niñas, desde los cuatro y cinco años, trabajaban desde la mañana hasta la noche ayudando a sus padres.

Iqbal aprendió de Ehsan Khan a no tener miedo de denunciar la situación de los niños tejedores de alfombras. Y a partir de 1993 se convirtió en un líder infantil que denunciaba las condiciones laborales, los horarios y el régimen de esclavitud en el que viven aún los niños trabajadores en algunos telares de alfombras.

Iqbal se empezó a hacer popular, y numerosas asociaciones humanitarias comenzaron a prestar oídos a una situación que contravenía los derechos infantiles y que el Gobierno de Pakistán había preferido ignorar hasta la fecha a pesar de los acuerdos internacionales suscritos. En 1992, Pakistán había firmado la Convención contra el trabajo infantil, poco después de que hubiera prohibido la esclavitud por deudas. Pero el trabajo infantil y los trabajos por deudas a pesar de todo se seguían practicando.

A causa de sus denuncias y de su activismo, Iqbal era un personaje cada vez más incómodo para aquellas personas que se beneficiaban del trabajo infantil. A pesar del riesgo que adquiría a causa de su combatividad y creciente notoriedad, a pesar de las amenazas de muerte que recibió, siempre rechazó la escolta policial, incluso se negó a trasladarse a la capital o a un lugar más seguro. Prefirió quedarse entre los suyos.

En 1994 Iqbal ganó el "Premio Reebok a la juventud en acción", instituido para reconocer las actividades en pro de la infancia. Un premio otorgado por Reebok, una multinacional que paradójicamente estaba utilizado mano de obra infantil en sus fábricas de Pakistán (la concesión del premio coincidió con un reportaje de la cadena CBS en el que se denunciaba esta paradoja).

Iqbal en alguna ocasión había dicho que quería llegar a ser abogado, para poder defender con más eficacia su causa. Pero un año más tarde, en 1995, mientras iba en bicicleta, fue asesinado de un disparo.

En el año 2000 se otorgó el "Premio de los Niños del Mundo" por primera vez. A título póstumo, se concedió a Iqbal Masih.

Biografía

Iqbal Masih